domingo, 20 de marzo de 2011

Stay With Me (1)



Por favor solo esta vez no des la vuelta. El susurro del viento nocturno… está tan cerca que casi lo puedo tocar. Te estoy contemplando. Siempre, siempre te amaré. No pasa nada si mi amor no se vuelve realidad. No pasa nada si me lastimo. No importa cuántas veces [ocurra], yo quiero contarte: quiero llegar a ti.
 Kimi ni todoke - May's




ELLA: Siento esa gran necesidad de sacarlo ¿Te lo puedo contar? Supongo que sí; fue en un esplendoroso 14 de febrero, ya sabrás: no quise impedirlo, y lo peor es que nunca pensé en hacerlo.

David tuvo que decírmelo después de una docena de rosas rojas, de unos tremendos manoseos, y ahora que lo pienso un escaso mes de relación. Pidió que avanzáramos un paso adelante. Lo veía sospechando desde que me confesó que no era virgen, y yo sí, qué más da, tuvimos relaciones cuando menos lo esperé.

Por eso cuando crezcas te contaré todo lo que quieras y entre ello como te descubrí. Estaba con David en el ratón loco en un parque de diversiones que está a dos horas. Ese día no fui a la escuela solamente para enfrentar mis miedos a los payasos, sólo que terminé vomitando en sus zapatos. A los días no fui al doctor aun cuando me alarmé esperando a que tuviera mi periodo, y jamás se acerco; lo que me quedaba es ir a la farmacia y… entonces supe que estabas llegando a mi vida.

ÉL: ¡Estoy tan harto! Es increíble que no pueda dormir, doy una y otra vez vueltas en la cama. Hace un espeluznante frío y lo único que deseo es poder refugiarme en el sueño. Pero eso no ha sucedido desde que estoy aquí.

En realidad, esta ciudad es desconocida para mí; acabo de graduarme en administración de empresas en Australia, pero hace más de dos semanas que he regresado para encargarme de mis responsabilidades. Ahora tengo que llevar con lucro el negocio familiar en el restaurante de mi padre.
Soy apto para ese puesto y para mucho más; eso no se cuestiona. Nací para triunfar, así de simple.

Vamos, respiro contando hasta el número 10 y finalmente:

– ¡Uno! – Bajé y subí al instante– ¡dos! – Hice otra lagartija.

No me quedaba más opción que practicar mi rutina de ejercicios. El reloj marcaba las 3 de la mañana y tenía planificada mi vida hasta que falleciera.

Ya aparecían ojeras en mis parpados. Mis ojos no eran muy grandes de por sí, y ahora eran minúsculos y sostenían la vaga esperanza de algún día no muy lejano cerrarse.

Por fin terminé mi rigurosa rutina en mi habitación. Cambié mi pijama por un traje deportivo bastante caro, de un color morado.

– ¿Se le ofrece algo joven? – indago cuando me vio salir del departamento.
– Si mi padre llama dile que…– mire su expresión de compasión, ambos sabíamos que no lo haría. – Olvídalo –continué– Haz lo tuyo.

Anduve pues, estirando mi agraciado cuerpo. Lo sabía. El destino nunca ha se ha equivocado y mucho menos al crearme en el vientre de “Rose”. Fui su bendición aunque en mi fomentada opinión, ella no merecía semejante regalo.

Detestaba que me dieran indicaciones, exceptuando a aquel que pudiera estar a mi inalcanzable altura. Por lo tanto no tenía un entrenador personal, tampoco iba a un gimnasio ya que encontré alguna vez un sitio para mujeres esperando verse bien, algunos hombres obesos y jovencitos creídos por un poco de musculo en sus brazos.

Ahí estaba trotando entre las calles de un lugar desconocido. Siempre miraba hacia adelante. No obstante por primera vez desde que me convertí en Alexander, el hombre que soy… aquello llamó mi atención debido a contemplar una cara familiar. Éste llevaba toda su vida siendo la piedrita en el zapato de mi padre.

Torcí el gesto aun trotando. Inmediatamente sonó mi teléfono celular. Me detuve, lo contesté con un riguroso silencio.

– ¡Buenos días, querido! ¿Me podrías hacer un favor? –

Era mi tío, el mismo que le había pasado a un costado hace unos segundos atrás.

– ¿Qué? –me quejé en un suspiro.
– ¿Andas de azul?
– Es morado– repliqué molesto
– Hijito – me pareció repugnante esa palabra – Estoy consciente que tu padre no necesita personal –una pausa desesperante – Ayúdame en esta, ocupo que emplees alguien, por favor.

Este viejo ¿quién se creía? Confirmé que al otro lado de la línea figuraban sus ojos sonrientes. Sin embargo, si mi padre se enteraba que le hacia un favor, me desheredaría. Algo que tomaría como un gran reto.

– Sí realmente es necesario el dinero dile que limpie los pisos del restaurante. –ordené y colgué.

Mi deslumbrante ser se quedaba intranquilo pues esta zona era de tan baja clase como para que el viejo estuviera por aquí. Como encubierto, regresé a donde lo vi. Permanecía parado. Me miró y movió su palma para saludarme. De ahí me ignoró. Estaba al pendiente de una mujer, yo observaba su diminuta y delgada espalda, no sé qué hacían. Pensaba que era una más del montón hasta que la abrazó. Entonces me fui.




Luego de la refrescante ducha me propuse combinar mi vestimenta. No soy un modelo, tampoco un diseñador, pero soy una persona con sentido inigualable de elegancia y glamour. Mi cinturón y mis zapatos italianos combinaban. Mi traje de oficina estaba a la justa medida y mi camisa bien planchada.

Ahora bien, dudé cual de todos mis fulgurosos carros escogería para ir al trabajo. Al poco tiempo decidí usar el que estuviera a juego con mi corbata.


“Invierno”. Este frío invierno que te da escalofríos y ganas de abrazarte a ti mismo. Vivaldi supo lo que hizo con su “invierno” pues mi quijada la tarareaba. Si la abría, vapor saldría por ella.

Sé podría decir que yo era igual que un novato más desde que nací no habría otra opción para mí, ese fue el objetivo de mis padres. Sin embargo hoy me tocaba dar órdenes y encargarme del trabajo sucio personas que quisieran arrebatarme mi puesto, o en su defecto mi dinero.

Ya que mi abuelo es dueño de un hotel de lujo, que heredaremos pronto, si todo sale como lo previsto mi padre y yo.

– ¡Buen día señor! –saludó la hostess

Ignoré su educado gesto y seguí hasta mi oficina en el segundo piso. Yo conocía los modales, solo que no los usaba con todo tipo de gente. Sin embargo le indique con un gesto que me siguiera.

– Traume unos huevos benedictinos, con pan francés y un café americano con una de azúcar.
– El chef no ha llegado. –dijo preocupada la empleada con uniforme entallado.
– No me importa cómo te vistas en tu casa, este es un restaurante de cinco tenedores. Así que es irrelevante, no sé ni quiero saber si está el chef, quiero mi desayuno –miré la hora en mi rolex – ¡En 15 minutos!

La miré crispada de la rabia y con los puños rojos. Sabía lo que pensaba y pobre si lo hacía.

– Sé cuando mi comida tiene algo fuera de lo normal, si le escupes, dejas un ingrediente en el piso, o le echas un fluido corporal o nocivo. –

Conocía la ley “no te metas con el que maneja tu comida” después de ver a varios meseros hacer pagar a los comensales con su comida. Mas valía prevenirla de una vez por todas. Igual sabía que con mi advertencia no lo haría.

Nunca había dejado que alguien me dejará con un rugir de estomago. Tendría que haber llegado el chef italiano hace tiempo, ya era casi la hora de que abrieran. Si ellos creían que me iban a acorralar para que desayunara en esa cosas, como les decían los mediocres, ¡ah, si! McDonald’s escogieron a la persona equivocada.

Escuché unos ligeros pasos, cuando me levanté. No eran exactamente los tacones de la rubia.

Me quede atónito. Desconcertado. Boquiabierto. Muchas razones para sacarme de orbita. No llevaba al pie de la letra el uniforme, más bien lucía desaliñada. Shock. No me dio los buenos días ni pidió permiso para pasar. Dejó la charola con comida aventando mis papeles que se hallaban en el escritorio. Y no me miraba, como para que yo la fulminara con mis feroces ojos.

– ¿Estás en tus cabales? ¿Sabes quién soy para empezar?
– Claro –respondió viendo al piso y poniendo su boca como si quisiera chiflar.
– Entonces…
– Me hablaron mucho de ti – interrumpió – Eres Alexander, el jefe ¿se te ofrece algo más?

Desde hace años nadie me trataba así, y yo no reaccionaba de esta manera. Aventé con cuidado de que se me saliera más mi agresividad, la comida al piso.

– Hay niños muriéndose de hambre. –respondió inmediatamente al sacar un limpión y recogiendo mi… no sabía cómo llamarle.

No creí que alguien lograra hacerme cambiar de opinión en tan poco tiempo.

– Déjalo. –dije más tranquilo poniéndome a su lado, ella desde abajo miraba mis zapatos. – Dile a la de la limpieza que venga y se encargue de esto.
– Yo soy la persona de la limpieza. –repitió suavemente.

Jamás había dicho algo tan tonto. De pronto hacía mucho calor, me dieron ganas de aflojarme la corbata. Observé sus uñas pintadas con esmalte rosa fucsia. Nuevamente ¿de dónde salía esto?

– Dile a tu compañera que venga en tu lugar –aseguré viendo sus finos mechones de cabello que caían por su rostro, tapando su visión. Y agrandando mi duda de cómo era ella.
– Ya estoy aquí. No lo hagas–

Pero no quiero verte, como tú a mí.

Iba a olvidarme de su existencia, durante un rato lo conseguí mientras ella trapeaba y barría el suelo. Pero algo no me lo permitía. Sentía ansiedad pues le hice caso y no insistí. Necesitaba grabar su rostro para no olvidar quién fue esa que osó confrontarme.


Patrañas, le exigí que se retirara. Para sorpresa mía ella se espantó cuando alcé la voz y por primera vez nuestro panorama chocó. Esos largos mechones le cubrían parte de su bonito rostro juvenil. Tuve ganas de ir a quitárselos.

Ella ya me daba la espalda, con ademan de irse solamente que vio un pedazo de plato tirado, lo levantó. Y se fue, aunque yo estaba al tanto que se había cortado. No hice nada pero sentía algo.

Sin que me diera una palabra ya había captado mi atención. Y quería mantener esa sensación dentro de mí… por mucho tiempo.

ELLA: Hoy lo conocí, es tal como lo describieron. Parece ser el tipo que si pudiera renacer lo haría en una hermosa flor arriba de la cima de una montaña. Para que lo contemplen y nunca lo alcancen. Es arrogante y mandón, un ogro para todos. Pero para mí es un niño malcriado que desea cariño. Solo tengo que soportarlo hasta que me den la herencia. Sueno como él, pero tú y yo no estamos solos. Nos tenemos mutuamente.

sábado, 19 de marzo de 2011

Mini historias


Miro el cielo para ver dónde estás y pienso que tal vez, tú y yo lo mismo podemos ver. Mis sentimientos te alcanzaran. En mi corazón lo guardo siempre, y en el futuro ha de florecer el sueño será una realidad. No habrá distancia que nos pueda separar. Y la inocencia nos dará la fuerza que nos unira y surgira con tu sonrisa la luz.
Gracias Japón y Dios por esta canción: Digimon 4 Ending ^^


Mini Historias de Juliette World, my beautiful World :
[o pensamientos que salieron de verona]

¿Y si digo que volví…?

¿Y si digo que volví…? Alguna vez lo dije y lo repito: el tiempo sin duda pasa a gran velocidad. No estoy precisamente segura que hay...