martes, 23 de noviembre de 2010

Jamás seré cenicienta : 1~


Cuando el ocaso se acercaba, las burbujas que llegarían al cielo, se destrozaron y con ellas, la niña que más deseaba ser cenicienta y la cual que esperaba a su príncipe llegando en un corcel blanco.

CAPITULO 1 "Maldita mil veces"


Podría ser yo aquella chica de apariencia atractiva que anda cogida de la mano con su novio, o esa que está en la esquina gritando a todo pulmón su rigida conversación con su padre, o por lo menos la chica de mi lado que trae una trenza en el cabello y una bolsa transparente con un pez amarillo dentro; pero no soy ninguna de ellas.

– ¡Acelera el paso! – me ordena este chico de gafas oscuras, el cual no tengo la menor idea de cómo se osa llamar; él mismo me agarra del suéter y casi logra tirarme al suelo sino fuera porque le dije con voz tenue y relajada:
– Te miran, a mi tambien.

Se quita las gafas y por primera vez en todo el recorrido lo miro, como me tiene agarrada del antebrazo estoy bastante cerca como para olerlo, por supuesto que huele bien, es de brutos no darse cuenta de su posición ecónomica con ese traje de vestir totalmente negro y esos zapatos de piel.

En fin, alguien a primera vista podria pensar que es bastante pudiente, tal vez un buen hombre, ya que, cuando lo vi antes que nada me sonrío; para después amenazarme con una pistola para que lo siguiera. Tras a ese chocante recuerdo, y todavía quietos, le pisé fuertamente uno de sus zapatos, pues no me quería quedar con las ganas asentadas.

– No me puedes hacer nada, la gente de por aquí nos observa. –le incité lentamente

Él echo un reojo a sus zapatos, me volvió a jalar por el brazo fuertemente. No sospeché que debajo de esa apariencia de hombre delicado y de brillante elgancia se encontrara tanta fuerza.

Caminamos lo suficientemente rápido, que desafortunado fue el entorno que lo cubria los vientos de otoño y estos mismos hicieron volar mi gorra tejida que llevaba en el cabello. No me permitió ir por ella, quedó muy lejos, y éste tipo insistia que lo siguiera sin saber a donde.

Afortunadamente llegamos pronto a un desolado parque, -no tenia coherencia decir lo contrario pues viviamos en un sitio desplobado- Pensé que nos sentariamos y esperariamos a alguien, en lo último no andaba tan perdida, fue en un segundo cuando una camioneta “Van” nos esperaba. Pero esta vez él no me tuvo que forzar drasticamente que lo siguiera pues algo misterioso me llamaba, sólo me jaló ligeramente.

Abrió la puerta y ni un segundo pasó cuando me encontró con la vista él hombre que iba conduciendo y su copiloto, aquel que me llevó hasta ahí ni enterado se hallaba de que aún lo seguía. Cómo el primero, ellos tenían unas miradas bastante frias, y me hicieron desesperarme como si yo misma les quisiera aventar algo para que reaccionaran de ese ser tan helado, pues no parecía que conocieran la felicidad; yo misma la conocí en la buena epoca de mi vida… y la anhelaba de vuelta.

–Estaba más que seguro que traerías a un “él”, no a una “ella”. –Apuntando a donde me encontraba, repitió con los labios fruncidos el chico de la van. –Esto traerá muchos líos, Kim.

Kim, el chico con nombre de chica y el cual me había amenazado, tomó un enorme suspiro y dio unos ligueros pasos transcurriendo de mirar la acera en donde estaba parado con las manos en los bolsillos, a verme fijamente, así consecutivamente y acercándose más. De alguna manera me intimidaba pues se atrevió a tocar algo… de mí.

–En qué momento, que no me di cuenta te creció tanto el cabello y ahora eres mujer. – recitó encajándome su pistola en mis costillas.

Está bien, yo estaba enterada que él pensaban que yo era hombre al momento de conocernos. Cuando llegó preguntando por “creepy eyes” tomé mis precauciones en el departamento, conseguí un prestamo no informado por un par de pantalones demacrados, y sin más una sueter con capucha, además del gorro para cubrirme mi cabello. Cuando me vio supuse que creía que el apodo me quedaba pequeño pues yo parecia un chico muy femenino. Y lo demás fue pan comido, realmente ya no me importaba mucho.

Por lo que dejé que Kim hiciera lo que le apeteciera, levantando las manos como si fuera un criminal que se entregó.

– Esto no es un juego –me dijo volviendo a ponerse sus gafas y torciéndome uno de mis brazos. –
– ¿Así que tú eres a quien la mayoría de las personas le huyen? –Preguntó el copiloto de la camioneta en cuanto me subí.

Comenzaron los de enfrente a atiborrarme de preguntas que no hacian más que llenar ese apodo de los comentarios alagantes cuando fui esa chica, esa que mataba a quien me pidieran a cambio de comida.

– Ya no soy nadie, ni ella ni nadie.
– Qué más da. –comentó Kim –
A pocas cosas les llegué a tener miedo cuando era una niña, alguna de ellas fue que me dijeran que no era una princesa, por tonto que se escuchaba; sin embargo aún cuando ese “terror” parecía insignificante y tontísimo, los hombres para mí no eran un terror pues yo les daba miedo.
– ¿Por qué no llora o intenta gritar? ¡Hace que todo sea tan aburrido! –comentó el conductor de la camioneta a sus compañeros viéndome por el retrovisor arqueando una ceja y exagerando sus expresiones faciales.
– ¿Bryan? –preguntó al erguirse más en el asiento el chico con nombre de chica – ¿No te hemos dicho que intentes ser por una vez el malo-malo de la película?
– ¡Ahh! Kim casi llegamos no sigas con el regaño. Pero no sería mejor ¿qué le llames? Cuando la vea se llevara un infarto.
– No es la primera vez que tratamos con mujeres.
– Si, estoy consiente de eso Kim, hasta Nick lo sabe pero hay un enorme pero…
Me interesé en lo que posiblemente pudiera decir.
– Tal vez no lo hayas notado –medio susurró el conductor de la van –Pero la mayoría de las “chicas” que tratamos referente a “nuestros asuntos” no lucen como ella.
– ¿Tienes nombre? –cuestionó el copiloto, él que no dijo ni un pio y se le ocurrió preguntar cuando estacionó Bryan -sí, así se llamaba- la camioneta.
Pude negarme a contéstale pero su voz se escuchaba más relajada, aún que insistía, había algo en los ojos de esos chicos.
– Cuando era niña me solian llamar Mariet –les hablé pretendiendo contestarle amablemente…–Pero ustedes no me pueden decir así. –…solamente que no lo logré.
– Eres igual de ridicula que todas las mujeres. – dijo alguno de esos chicos.
Tal vez parezca cenicienta pero –pensé– no crean que soy igual a las demás chicas– les repetí viendo por la ventana polarizada– yo te puedo sacar los ojos–volví a pensar

La parte más extraña de mí era que adoraba la adrenalina, mi corazón latía tan rápido que si se llegaban a quedar en completo silencio pudieran escucharlo.

Los chicos de enfrente se bajaron, Kim igual, aprendí a seguirlo no obstante éste me dijo que me quedara. Yo medio le obedecí pues no era tan obvia para ponérmele al brinco. Me preparé ya que tenía mis sospechas.

– ¡Bájate! –ordenó – Pero ponte esto primero y tapate bien la cara. –era una bufanda.

Nuevamente le seguí la corriente, antes de que otra cosa sucediera me puse la capucha del suéter. Me pregunté entre todo ¿ellos no sabían disimular ni un poco? Ahora hasta Kim lucía con finta de no ser un chico bueno. Los tres se camuflajearon con cachuchas (piragua, gorro, bonete), diferentes tipos de lentes y unas sonrisas que querían salir de las comisuras de sus labios.
Entramos al parecer a un edificio, era muy grande, debía tener varios pisos. Todo parecía estar suficientemente abandonado y yo sentía estas tres personas a cada uno de mis lados. Yo ya me había cansado encima de uno de los primeros pisos cuando el chico que me preguntó mi nombre le susurró al oído a Kim, él asintió, y para esto yo dejé de caminar, yo tenía un orgullo que tal vez me podía meter en un gran aprieto, pero ya no aguantaba todo esto.

– ¿Qué realmente quieren de mí? – les dije relajadamente y sin verlos –Si es dinero, ¡No tengo!, si es que buscan el tipo de servicios que creo ¡no los doy!, si buscan a creepy eyes ¡ya no existe! –me quité la bufanda que me dieron.
Demasiado serios y neutrales, supuse que estaban acostumbrados a ese tipo de escenas en su vida.
– Ni uno ni otro – dijo alguno de ellos, los confundía visualmente. – ¿No deberías conocer primero los detalles y después quejarte?
– Puede ser.
– Por cierto somos tres hombres contra ti.
– También puede ser –les contesté –no estoy tan segura.
– De esto es lo que hablaba Kim –dijo el mismo tipo que condujo. – ¡Drama!, de todo lo que les rodea a las mujeres.
– ¡Cállate, Bryan! Ya llegamos.
– Ahora sí bienvenida su majestad. –replicó el chico rubio que llevaba unos grandes lentes transparentes cuando abrió la puerta del departamento –Es aquí su palacio. –
– Ven conmigo – me ordenó Kim pasando de largo.
Lo ignoré completamente y me revolví en mi suéter.
– Yo que tú lo seguía, sólo nosotros sabemos lo que es capaz de hacer.
– Tú tampoco me conoces, no sabes lo que he hecho y puedo hacer.
– ¿Entonces? –manifestó agarrando sus sienes – no me obligues a tomar medidas drásticas.
Lo acompañé por su recorrido en el solitario lugar, no habia más que cobijas y mantas por todo la alfombra y muchas bolsas de plastico.
– ¿Algún problema con la limpieza? –
– Ninguno. –le respondí
– Pues bien –entreabrió la puerta que por cierto rechinaba –Pasa.

No habia nadie como creí, solamente se hallaban unas cobijas dobladas en la cama. Ni siquiera habia una ventana y eso me asustó, por desgracia era lo que pensaba. Kim alcanzó a cerrar la puerta antes de que lo detuviera. Comencé a decirle que me abriera, a pegarle fuertemente con mis puños y mis piernas a la puerta.

– Ahora si puedes quejarte –se bufó detrás de la puerta.

“Ahh ¿Cómo pudiste caer?” No hice más drama y me rendi gritando por ultima vez. Me senté a lado de la puerta recargando la cabeza en ella.



Fueron dos, tres días, semanas, seguramente exagero pero desde el día que entré cada segundo se convertia en una eternidad. Me rugian mucho las tripas, no podia dormir bien, todo daba vueltas o ¿nada sucedía?. ¿Por qué la puerta no sé abrió en ningún momento? ¿Acaso ahí me quedaría para siempre?

No habia algo coherente que me ligara con ellos.

Sin tan solo recordara a mi familia, pudiera haber algo. Desde la última fiesta a la que fui, que fue la mia, el quinto aniversario de mi nacimiento todo cambió, igual que un giro de 180 º. Ahora mismo no importa puesto que un día de aquellos o de estos tuve que cumplir diecinueve o algo por el estilo.

De algún modo tenía que salir de ahí, por las buenas, o por las malas. A pesar de que afuera no había nada ni nadie que me esperaba, yo un día encontraría mi motivo.

– ¡¿Hay alguien ahí?! –acerque el oído a la puerta pues escuché pasos. –Necesito algo de comer – me queje
– Esto no es buffet –me contestó al parecer Bryan.
– Por favor ¿lo escuchas son mis tripas que me rugen? –aunque no se oía nada

Eso fue en verdad mi último contacto con alguien, en serio pasó mucho tiempo. Ya no podia seguir aguantandome el dormir, pues mi plan era que cuando alguien entrara intentar escapar pero habia dos opciones: la primera era que adivinaron que ese era mi plan, la segunda era que tenian camara; por lo mismo no entraron nunca.

Hasta que me rendí y decidi dormir bien todo lo que no pude al inicio. Para mi sorpresa amanecia con ropa –de pura casualidad de hombre- y comida que ni probé en cuanto pestañana para despertarme; no queria morirme de hambre pero era otro mi plan.
Y sin lugar tuvo que funcionar, y lo hizo.

– ¿Oye tú? –escuché aturdida una de sus voces
– Levántate –muy obediente lo hice aunque casi no pudiera–
– Kim, ya es muy tarde– le replicó una persona
– ¡Si lo sé! –gritó histérico, agarrándome de un brazo– pero no avisaron que iban a venir, hasta hoy.
– Ella no sé ve nada bien, va a pensar que le hicimos algo, realmente malo.
– ¡¿Y no es algo malo tenerla aquí en contra de su voluntad?!
– No es por apurarlos, pero ellos ya casi están aquí –
– ¡Oh! ¡Nick, ven aquí! –le exigió Kim al rubio. –Tú eres mejor en esto que yo, haz algo.
– ¿Yo por qué? ¡Mejor Bryan!

Ellos tres empezaron una disputa de palabras que si que iban a hacer conmigo, y yo ni voz ni voto. Por lo que me escabullí corriendo lo más rápido que pudiera para bajar las escaleras, fue demasiado pronto cuando sentí que me perseguían. Antes tuve un serio problema al toparme con la puerta pues no quería cooperar, alcancé a una nada a abrirla y a estrellársela a uno de ellos en la cara.

Me faltaban unos cinco escalones para llegar abajo, tenía experiencia en el pasado, y concluía que era mucho más veloz por lo que las salté, caí por lo que se dice hincada. Y dolió bastante.

Encima del dolor que ya no relucía con lo que enfrente de mis ojos se hallaba, pudo ser en ese segundo nada; dos pares de zapatos. Los primeros eran unos negros de un hombre y los segundos ¿unas zapatillas altas rosas?, los dos en exceso elegantes.

– ¡Hola! – saludo la dueña de aquellas zapatillas
Yo me queje cuando intenté moverme para irme muy lejos de esa chica y de todos. Ésta misma mujer reaccionó dando un par de pasitos para atrás cuando gemí.
– No te has dignado a mirar quienes somos – dijo opuestamente a su compañera un hombre con una voz masculina que me dio escalofríos. –en pocas palabras deberías voltear para arriba.
Pareció que me dijeron lo contrario y me congelé viendo el piso.

Esa chica, la divise, se puso de cuclillas para poder estar casi en mi misma posición. Hacia tiempo que no miraba a alguien así, por su completa apariencia. Podía decirse que era como una barbie sin embargo una llena de elegancia en su semblante puesto que no parecía ser tan plástica. Pues lo suyo era una belleza natural y con mucho rosa de por medio, además de una cabellera brillantemente rubia.

–Mi nombre es Annabelle, y soy tu hermanastra. –dijo sonriendo y cerrando los ojos.
Sospeché que iba a reaccionar de esa forma, como todos que no se dan cuenta de quien soy. Claro, sus palabras -o tipo de confesión- no fue nada y la ignoré.
– ¿No vas a decir nada hermanito?
– ¿Qué?
– Dije que…
– …Si te escuché, pero yo no soy tu hermanito.
– ¡Ven quiero darte un abrazo!
– ¡No me toques! –me alejé de ella lo más posible todavía sentada en el piso – ¡Soy mujer! Además que no tengo familia por lo tanto, tú no eres mi hermana.
– ¿Eres una mujer? – dijo sorprendida.
– Si, y tú también por si no te diste cuenta.
– Tú eres mi hermanastra, parte de mi familia. Por lo mismo te quiero presentar a mi prometido él es Shane… ¿y tú cómo te llamas?

No me percaté de que él se encontraba allí, por lo que no quise mirarlo en un instante, así que respiré profundamente para prepararme a ver al Ken de Barbie, pero en lugar de eso me hallé con él.

– Belle, ella es Mariet – dijo él mirándome fijamente.
– Shane pero no se puede mover, ¡te dije que tus guaruras no le hicieran nada!
– Tranquila, ahorita lo soluciono –marcó un número en su celular y no tuvieron que responderlo cuando ya estaban sus tres “guaruras” –¡Bryan, ven y arregla esto! –me dijo esto, se atrevió a hacerlo. –
– ¿Qué hago con ella?
– ¿Belle?
– Quiero que vaya a la casa con nosotros.
– Hazlo Bryan, sin fallas.
– ¿Cómo me la voy a llevar si no se puede mover?
– ¿Quieres que solucione todo? –contestó molesto pero sin levantar la voz, siguió contestándole pues en la cara de Bryan había muchas dudas – Llévatela cargando o lo que se te ocurra.


Y así fue… no quiero volver a revivir esto, ¿desde cuándo pasé de ser la princesa de cuento de hadas a ser la hermanastra de cenicienta?






With Love, 주 하나님

1 comentario:

•Aphrodite• dijo...

Ahh, ame el capitulo: Desde el principio hasta el fin! en serio que tu imaginacion no tiene limites Brii! :D Eres genial!

Besos

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