Zulidor, Irlanda año 1345 d.C
Zulidor año 1345 d.C
Al
igual que cualquier otro día agotador, el rey Eskor descansaba en la terraza de
su enorme palacio después de haber partido su místico compañero Mirit, un
dragón muy especial color magenta con escamas azules.
Contemplaba
el magnífico paisaje de su jardín y de varias praderas de aquel reino de su
pertenencia. Y ahí, pensante en la belleza pura de Zulidor, arribó Trisher, un
joven bastante aferrado a la historia, ciencias y sobre todo a las locuras. Por
ello considerado por tantos como un loco desquiciado; quien dedicaba la gran
parte de su vida en los fallidos intentos de experimentos increíblemente desconcertantes.
El todavía
generoso rey admiro por un instante al joven. Revoloteó por su cabeza las
similitudes de este con la madre del joven, la fallecida princesa, y hermana de su excelencia.
─ ¡Su
majestad! ─ exclamó Trisher sin aliento y reverenciándose.
─
¿Cuál es el motivo para que estés tan exaltado, muchacho?
─
Heme aquí mi señor ─ dijo moviendo las manos de un lado para el otro ─ Este es
un día especial visité el futuro, ¡He sido bendecido por este enorme regalo!
En
aquella terraza no había silencio aun cuando de sus bocas no continuaron
palabras. Cerca de allí había un
alboroto. El rey sabía que la tranquilidad no se les acercaría, y probablemente
era la culpa del joven. Excepto que sí
sus suposiciones fuesen verdaderas, ese bribón fuera el culpable tendría que
pasar una vergüenza social pues él era parte de su familia aunque jamás lo
dijeran.
En
cierto modo se alejó completamente la imagen de aquel niño quien afirmó que
algún día él volaría por las nubes. Grato de una belleza encantadora. El primer
nieto del antiguo rey Trisher, cuyo nombre heredó. Lamentablemente los buenos recuerdos se
esparcieron muy lejos cuando el joven juró ante su presencia.
─ ¿Qué
has hecho?.
─
¡Oh tío! ─ respondió dando un abrazo al rey, el primero que daba a cualquier
otra persona…
Los
sentimientos de aquellos estaban a punto de salir de sus corazones, pero una
vez más el orgullo les ganó
─ Tío, ¿Por qué fuiste capaz de matarme?
Trisher
se alejó bruscamente. Él también pensó en sus pasados, mientras caminó un paso
tras otro por el recinto. La sonrisa que soltó estuvo oculta dado que dio las
espaldas a su rey, y porqué no unas cuantas lágrimas. Sólo que esplendieron de
una maldad natural nunca antes concebida en público.
─ Su
majestad, es bien sabido que desde tiempos remotos el destino no ha de equivocarse.
Todo es por un algo. Sí hemos robado, seremos castigados. Sí haces la guerra,
la paz se alejará. Y así sucesivamente, pero todavía no logro entender qué pude
haber pasado por su mente para que usted haya tomado la decisión de decapitarme
¿no soy yo el que lleva el nombre de su padre, el difunto rey?
Los cansados
ojos del rey no perdieron la calma, hallaron los del joven ─ Trisher… ─ este
individuo le miró con miedo, la clase que tienen los seres sin esperanza ─Ve a
dormir, esta es una orden. Mañana haremos como si nada hubiera ocurrido aquí.
─
¿Es acaso que tiene miedo de que algo así pueda ser verdad, su majestad?
Por
un momento para ambos el tiempo se detuvo; el rey Eskor se ensañó en volverse a
la defensiva. Lo que le resultó extraño fue que el joven ni siquiera movió un
dedo.
─ No tuvo piedad, mi rey ─ Trisher se encaminó
poco a poco al rey ─ Incluso cuando prometió cuidar de mí. ¿Cumplirá el capricho
del destino? Antes de que muera, ¿no le gustaría saber cómo morirá?
La
perplejidad se asomó por el anciano. Él había dejado muy atrás su juventud
hacía tanto que le pareció haber vivido cien años. Así se agrando el miedo a
algún día no volver a despertar. Sobretodo reafirmar que en verdad moriría de
una forma le escalofrió, a pesar de estar consciente que era la ley de la vida.
─ Continua, Trisher.
─ Si
eso es lo que quiere ─le ofreció una leve reverencia ─ Serán los años, su
majestad. No morirá con dolor, simplemente en la adultez de aquel hijo que
concebirá, no vendrá el día más para usted. Enormemente dulce para las décadas que faltan para que suceda ¿no es así, rey
Eskor? Pero agradézcame, dudé de que usted no me tuviera benevolencia, creí sería
incapaz de tratarme así.
─ ¡Rufián!
Te exijo que dejes hasta aquí tus bribonadas.
─ Hasta
aquí llegaran… pero para usted.
El
rey lo miró con ojos abiertos al final de su sentencia; Trisher se llenó de una
expresión insana. Pero con este monologo dio por hecho que a veces se tienen
que tomar decisiones difíciles por el bien de otros, le haría ver que tuvo
razón en todo, lo mataría; más no por las misma razones.
Desenvainó
su espada, más torpemente logró mover un poco sus labios cuando su sobrino
atinó al dispararle un cuchillo justo en el corazón. Aquel joven retuvo esa
gris imagen de su majestad. Y aunque no hubiera remordimiento de por medio le
susurró: “Así son las cosas, tío. El destino no se equivoca.”
El
joven sabía que sí no intervenía pronto un final despreciable le tocaría a la
puerta, uno que nadie desearía. Se escabulló por el balcón, prometiendo atreves
de palabras inaudibles para el resto de aquel reino que por él mismo no iba a
dejar que la felicidad se extendiera de generación en generación. Más bien les
daría una terrible herencia.
Él
había acaudalado a unos pocos, quienes comprobaron que Trisher tenía en sus
manos el poder de cambiar tanto el pasado como el futuro. Esos jóvenes lo
esperaron escondidos dentro del tranquilo bosque luego de que los mismos llevaran
a cabo uno de sus encargos.
Dieron
marcha al plan que traían entre manos para que nada fuera como una vez tuve que
ser.
“Quienes se hallan destinados
tendrán que a salvar una patria que no está en el mapa”
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1 comentario:
:| :)) muy bonito
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